
Se juega para la tribuna, aunque sólo sea una multitud de vacas: inmutable hinchada debajo de los sauces. Hay que ir al ataque, esquivar las zancadillas, proteger los tobillos, tener velocidad de pájaro y vuelo de mariposa esquiva.
La pelota es un sueño con forma de globo, tierra que se corre. Hay que darle de voleo ante asombro de las gallinas. Desborde de aire cuando cruza cerca del palo de camisa raída, a ras del fuego. Será posible tanta vida con forma de gol, tanta madurez del espinillo para honrar el juego, tanta locura que hace Dios para alegrarnos. Cincuenta años de gritarlo todo en esta misma tarde incendiada. Festejo de cuerpos y cabezas hirvientes, el grito de los que nunca aprendimos a perder y el polvo en la lengua como un gran trofeo que se traga y alimenta.
Voy tras el sueño, de panza sobre el pasto de fuego, con lágrimas que nunca tocarán el suelo. Es doble gol de pelota con forma de tierra y de jugador en pata que entra cerca del palo. Franco planeo de hombre sobre cascotes que no se sienten. La pelota contra el alambrado de púas y no se pincha. Es inmune al filo del acero porque es trapo. Media rota que florece de tarde; brillo demencial cuando cruza la raya.
El molino rechina con visos de grandeza y destellos de la barbarie solar. Saca agua a desgano, un miserable chorro, sangre de la tierra para la boca seca del partido. En aquellos días, cuando tuve la gloria que todavía me dura
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