El juego de alto era complicado en la zona del árbol, porque si la pelota quedaba entre las ramas, había que dejarla arriba hasta que terminara el partido y continuar con otra. Se llegó a este acuerdo porque era muy difícil saber a quién le correspondía. En invierno no había problema porque el árbol estaba pelado de hojas y el balón pasaba a través de él, la cosa era en verano cuando el algarrobo se tupía y la pelota se detenía en el follaje. Hubo que comprar más pelotas, ya que en partidos reñidos llegó a tener hasta veinte alojadas en su copa.
Como una tribuna incorporada en plena cancha, los loros habían hecho del árbol su lugar de parada. Debido a que la bandada era numerosa y a que los loros cagaban sin pudor, más de una vez hubo que socorrer a jugadores visitantes que no conocían el terreno y que, al pasar por debajo del árbol, patinaban en la caca de loro y ahí caían de lomo, dibujando un sol naciente y después salían maltrechos y olorosos a congraciarse con el público.
Este algarrobo con estirpe deportiva, más de una vez soportó al árbitro Cándido Pino, ya en sus últimas actuaciones. Cándido se sentaba en una horqueta de gruesas dimensiones y desde allí dirigía el partido. Cobraba a grito pelado, si es que la jugada sucedía en el otro extremo de la cancha.
Cierta vez, Domingo Ferrari el malo, enganchó la camiseta nueva en una de las ramas y la rajó de punta a punta. Rabioso, se fue a su casa y al rato apareció con una motosierra para cortar el árbol. Entre todos quisimos detenerlo, pero Domingo estaba como poseído. Con la motosierra en marcha, el malo arremetió contra los que nos habíamos amontonados en defensa del árbol y de la cancha. Estaba claro que si no había algarrobo, no había cancha, pero no lo pudimos parar. En pocos minutos la belleza del algarrobo jugador, quedó resignada y horizontal, como un delantero caído, sin pelotas, sin loros, sin vida y nunca más la cancha.

En esta foto se puede observar el travezaño que sobresale. Servía para colgar camperas, gorros, etc. El fotógrafo estaba apurado pués debía cubrir otro evento y no pudo esperar al Director Técnico que entra por la parte derecha de la foto y al ayudante de campo que viene desde atrás. A lo lejos se ve el famoso árbol.
1 comentario:
perrosperdidosEl cuento del tero es una guasada Luis; me cagué de risa la primera vez (mal) y siempre que lo leo no paro.. fue el detonante que me llevó a regalarle el libro a mi viejo el anterior cumpleaños. Gracias por plantar tu talento por estas tierras. un abrazo, dios. Marce
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